Con una sedosa calma, voy a
contar este suceso.
Hacia un desenlace diario -
con inmensa pesadez - retorno a casa.
Mi cuerpo fatigado, no
comprende el simple pedido: caminar.
Para empezar, no sé por qué
motivo exacto el fin de semana se desfasó y me desorienté.
El domingo, cuando volví a
Sarandí, advertí un indicio.
Sorpresivamente, la memoria
me llevó.
Se acoplaron al viaje,
Felicidad y Tristeza.
Algo importante llegué a
entender.
El caos interno me lleva
como torbellino al lugar que deseo. Me desorienta totalmente y aproximo a entender
una mínima idea. Pero... algo se escapa.
El bosque es inmenso e
inicio el paseo con dos premisas – cautela y disfrute.
Por detrás de mi espalda,
enlazo mis brazos y fuertemente los estiro, mis oídos aíslan el sonido y
reverbera Bloom* - no puedo ni quiero dejar mi cuerpo; necesito sentirlo,
tocarlo, estirarlo, disfrutarlo.
Más allá de ser mi
herramienta cotidiana, es mi vía de transporte al dolor y placer.
Se me ocurren varias
maneras de experimentar… La que me seduce y hace de mí un goce, es la invención
y el juego.
Suelto el enlace de brazos
y Morning Mr. Magpie* me hace volver.
Bueno, empiezo.
Llevo alpargatas: sentir el
pasto y la tierra por un contacto suavemente protegido, me envuelve a un canto
crujiente de ramas, bichos y hojas secas. La humedad y el frío desafían.
Sonrío al no llevar abrigo.
Recuerdo mi sangre como fiel compañera. Nos conocemos muy bien, por eso la
cuido y viceversa. Aunque sea mi fluido incondicional, olvido su cuidado.
Me adentro más por el
paisaje se-cre-ta-men-te escondido.
Veo tu presencia sin estar
- incorpóa - ante Mí. Necesito escuchar tu voz.
Atardece y hay una difusa
luz anaranjada.
Conversamos un buen rato
mientras nos une lo lejano del encuentro.
Finalizando, guardamos ese
enlace, como hendidura invisible dentro de una caja oculta… Es rodeado por un
cielo habitado por lobos de fuego salvaje.
Entrelazan sus cuerpos para dar
inicio a la noche.
La ceremonia, comienza
atravesada por una exótica llamada: El Rey.
Su presencia oscureció los
alrededores, e introdujo al ambiente, un agudo sonido, transformando los
esqueletos y músculos de los presentes, en reposo.
Descuido mi concentración,
apoyada en columnas interconectadas, y todo se derrumba.
Yo, me resbalo. La luz anaranjada del atardecer persiste con tenacidad.
No estás vos, no están los
lobos.
Del pino, cae un fruto y
aproximo mi vista al impacto...se eriza mi piel: todos nuestros espacios
vividos, se grabaron sobre c-a-d-a lámina de la piña.
Como agua y tierra, envuelto
por el sol y la luna, se da inicio a La Vida.